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martes, 18 de marzo de 2014

La nave de los locos

Había decidido algo: quererle o no quererle; quizá no había decidido nada, y dejaba pasar el tiempo por si alguien llegaba a interesarle más, a arrastrarle por completo, rindiendo aquel último baluarte inexpugnable, siempre decido a no rendirse.
-Pío Baroja-

lunes, 17 de marzo de 2014

La nostalgia es difícil de explicar.

Y escribo dos líneas más en estos folios que estoy llenando con mis dudas; para luego leerlos y no sentirme tan perdida. Para que pase mejor.
Me ducho y las tuberías huelen a nostalgia.
En la nada está todo mi carmín. 
Tengo las uñas despintadas.

Me tropiezo con las dudas pensando que algún día lograré pisarlas del todo.
Amanece.
Otro día
más.
Y no, no escribo por nadie. Es solo que necesito recordar otra vez los mismos detalles no vaya a ser que se me olviden.
¿Me aliso el pelo? ¿Me lo tiño? ¿Lo corto?
¿Me limpio por dentro o me ensucio más recordando?
Ando, corro, huyo.
Reventé todos mis miedos.
Cada día, cada noche, cada jodido segundo.
"Ten cuidado con lo que haces, Cristina". Eso es lo único que soy capaz de decir cada vez que me miro al espejo.
Un "nosotros" no se puede conjugar en pasado.
Ni en futuro. Y eso es lo peor de todo.

Hay palabras que no se articulan.
Hay sentimientos que no se admiten.

Y hay abrazos que ya nunca salvarán igual.

jueves, 6 de marzo de 2014

Dedicatoria

Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.

-Leopoldo María Panero-

martes, 4 de marzo de 2014

"Dulce introducción al caos"

Me hace gracia cuando mi hermana dice que tengo la habitación hecha un desastre. Sin duda, se nota que no ha mirado más adentro.
Dejad que os diga, que todos estos montones de ropa y libros encima del sillón no son más que un símil de mis nervios al verle. Recogedlos si queréis, que al igual que mis cosas estarán otra vez desordenados, apenas en milésimas de segundos, cuando él entra aquí.
Déjame decirte que odio ordenar, ya sean apuntes o recuerdos (es que eso siempre lleva mucho polvo). Además, aquí los dos sabemos que para que las cosas estén en su sitio yo debería estar sentada encima tuya, porque ese es mi lugar (o, al menos, mi favorito). Y, si el tiempo no me pone en tu lunar, tranquilo, que ya voy yo a contártelos encima de tu espalda.
Déjame decirte que el desorden de las sábanas es directamente proporcional a la cantidad
de ganas
que tengo
de que estés aquí.