Imagínate que alguien recompone absolutamente todo lo que otros hicieron trizas de ti.
Que no tenga reparos en quedarse a bailar en el salón de tu casa, aunque ni tú sepas mover los pies ni a él le guste la música que pones.
Que está dispuesto a combatir con todos los insultos que han quedado grabados en tu mente. De otros, claro. Siempre por culpa de otros.
Imagínate que alguien está dispuesto a esperarte en cualquier estación de bus el más frío de los inviernos y en cualquier estación de tren el más horrible de los veranos.
Que aunque a veces sea con el órgano y otras con el dedo, siempre te quiera con el corazón.
Imagínate que te besa la tripa y no solo te hace un hueco en el asiento del copiloto de su coche, si no que también lo hace en su vida.
Imagínate alguien con el que todo sea estupendo, cada día, de una manera distinta.
Que te besa borracha, corre contigo debajo de la lluvia y te invita a helado siempre que estás triste.
Imagínate que vas de su mano y que eso no suponga que no seas libre, que le digas que lo quieres y no por ello te sientas menos independiente.
Imagínate que alguien se presenta en tu portal a medianoche y te abraza cuando los monstruos no te dejan en paz y te rompes en mil pedazos.
Imagínate que maldice tu pasado por el daño que otros te hicieron.
Que te invita a cenar; pero nunca te deja como segundo plato y que sería capaz de probar hasta el más extraño de tus experimentos gastronómicos.
Imagínate que te hace fotos, que te lleva a perderte en el mar, que quiere congelarse contigo y que te grita sin descanso que algún día todo ese dolor os servirá de algo.
Imagínate que lleva ya dos años enredado en tu pelo.
Y ahora... Imagínate que lo pierdes.
¿Tú también temblarías, verdad?