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lunes, 11 de agosto de 2014

Lo que no mata tampoco se escribe

Escribo por los que están aunque yo misma me vaya.
Por el olor a libro nuevo. A fresa. A suelo mojado.
Escribo porque aferrarse al pasado es morir un poco cada día.
Y porque cada vez hago menos caso a lo que me dicen y más a lo que me dicto yo.

Escribo porque de hablar ya se me ha olvidado si no es en silencio y clavando los ojos.
Escribo porque me miro al espejo y no veo nada de la persona que era. Y no sé si está mal.
Escribo porque levantarse y darse cuenta de que estás perdiendo, duele más que escribir lo perdida que me siento yo.

Escribo para recordar dos veces lo mismo. Para desahogarme, ahogándome.
Escribo porque no vais a entender nada, nunca.
Porque quiero.

Escribo porque lucho, aun teniendo miedo.
Porque tengo miedo, aun sabiendo que he perdido las suficientes personas en mi vida como para saber
que no moriré de ninguna perdida.

Porque nunca es demasiado y nada es suficiente.
Por el orgullo. El rencor. El pánico y la rabia.

Escribo porque sé cuidar. Aunque no sepa cuidarme.
Escribo porque sé querer. Aunque no sepa quererme.

Escribo porque el pretexto de "He estado peor otras veces" no debería ser la excusa
y porque siempre serás mi quiero y no puedo y yo siempre seré tu puedo y no quiero querer.
Escribo para, por, sin, con, contra, en y desde el fondo de todas mis dudas.

Pero, sobre todo,

escribo porque la nostalgia tiene el estómago muy grande.

Y yo

unas ganas de matarla,

demasiado pequeñas.