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miércoles, 23 de abril de 2014

Zarisma

Un buen poema quizá sea el lado
valiente de un cobarde. O la bala de
un sentimental. O la belleza de un imbécil.

-Pedro Casariego Córdoba-

domingo, 6 de abril de 2014

Con lo bonito que es vivir de impulsos

Cuando estudio siempre me da por escribir y escribo todo lo que no quiere salir de mi boca. Escribo lo mismo que dentro de cinco minutos no tendré cojones de leer. Llego a casa, apago la luz, pongo el móvil en silencio, bajo la persiana y pum.
Las luces parpadean y no sé si están encendidas o apagadas. Eso soy yo a veces: una luz intermitente.
A veces parece que voy a apagarme para siempre y de repente emito un chorro de luz que cegaría a cualquiera y, sin embargo, otras veces... Otras veces parece que soy el foco más grande y fuerte del planeta y, en realidad, solo soy el reflejo de otro que está detrás mío, preparándose para brillar.
Cada día me embadurno con más mierda interna pensando que con sacarla cada cuatro meses vale. Pero no, no vale. Ni siquiera valía cuando la sacaba cada día.
El viento no me sacude porque no le dejo ni siquiera rozarme.
Ni siquiera me abrazan porque no les dejo acercarse, porque odio que me encante.
No escucho otra voz que no sea la de mi otro yo dentro de mí.
Bebo un trago de vodka más y asimilo lo que me está pasando.
Se me despintan las uñas, me acaricio los pies y me hago un nudo en el pelo. Y en el corazón.
Me cierro al 110 %. No me quiero para nadie más que para mí, joder.
Las voces son las que me oyen a mí; hijas de puta.
Me meto en la cama y doy tantas vueltas como horas pasando miedo delante del espejo.
Y te cuelgo, te rompo, te lamo, te desangro, te arranco las uñas, te desnudo, te humillo.
Querido miedo, eres un puto lastre del que estoy enamorada.
A veces necesito inyectarme miedo para no ser tan valiente y cagarla. Otras necesito hostias de valentía que me hagan ver que el miedo no puede gobernar una cabeza como la mía.
Una puta dictadura fría.
A veces luchan, luchan tanto que acaban saliendo para afuera y me obligan a arrancarme la coraza y vaciarme con alguien. Y me río. Y mi río. Mi río particular, lleno de peces que hacen cosquillas en los pies para recordarme que estoy viva.
Otras veces río, otras veces mar.
A veces montaña, otras subsuelo.
A veces beso, otras muero.
A veces muero, otras te miro a ti.
A veces espero y nadie llega porque ninguna persona se queda para ver cómo puedes necesitar a alguien que te busque.

El mundo se hace pedacitos dentro de mi boca y yo no sé ni masticar.

Pero no os preocupeís
ya estoy parpadeando.
Lo que no sé es si es por dentro o por fuera. Si brillaré o me brillarán encima.
Pero estoy.
Y, lo que tengo muy claro, es que nada, nunca me va a apagar.
Ni siquiera mil focos encima de mí.

Nada.