Blog

miércoles, 27 de enero de 2016



Cuando se cierran más, mejor mis ojos ven:
pues todo el día cosas fútiles ojean,
mas cuando duermo, en sueños te miran, mi bien,
y oscuramente claros, en la sombra otean.

Oh tú pues, cuya sombra las sombras alumbra,
¡qué feliz de tu sombra la forma informara
al claro día con tu luz mucho más clara,
cuando a ojos que no ven tu sombra así deslumbra!

¡Cuál -digo- de mis ojos fuera la ventura
al mirarte del día entre los vivos fuegos,
cuando en la muerta noche tu sobra insegura
se graba entre el pesado sueño en ojos ciegos!

Noche es el día hasta que verte no consigo;
día las noches que soñando estoy contigo.

-William Shakespeare-

lunes, 25 de enero de 2016

El fisionomista






Cuando le conocí apenas sí me prestó atención. Él era abierto y muy extrovertido, de esas personas que pronto acaparan el interés de un grupo por su locuacidad y por la brillantez con la que normalmente manifiestan aquello que quieren expresar.

Como digo, al presentarnos no me dedicó más que unas pocas palabras, algo trivial y para salir del paso. Ya no recuerdo qué fue. Con el tiempo empezaríamos a ser grandes amigos. Su rasgo característico, como ya he apuntado, era el don innato de gentes, una rara capacidad que le hacía atraerse a personas de muy diversa índole.

-Javier García Sánchez-

viernes, 15 de enero de 2016

Re-volver.


Y desaparezco. Bum. Adiós.
Me cojo el primer autobús que salga y me introduzco en él atestada de cicatrices.
Atasco la puerta a todos mis miedos y los tiro por la ventanilla (no sin antes darme cuenta de cómo te alejas).
Si dependiese de mí, no me despediría nunca. De nadie. SOLO DE MÍ.
Solo yo me merecería algo tan doloroso como una despedida eterna sin ninguna razón aparente.
Porque bueno, como ya sabéis... Siempre que nos marchamos de la vida de alguien es por algo, o muchísimo peor, por nosotros mismos.
Y sin  más, me zambullo en ese holocausto de recuerdos que vuelan a 500 km por hora y me abandona a 500 lágrimas por minuto.
Te siento tan pequeño que ni siquiera puedo tocarte, joder.
Y no es porque seas algo insignificante, no. Eres un lugar. Eres donde advierto la emoción de estar viva.
Solo pido un abrazo más (de esos que te quedas muy quieto, en silencio y no te importan los minutos que pasen) y después juro que me voy. Que desaparezco.
Siempre con el pánico de pensar que un día verdaderamente me toque hacer esto. Me toque desaparecer.
Olvidarme de mí misma. Olvidarme de lo que fui. Por miedo, como no. Miedo a hacer daño. Miedo a no ser suficiente. Con las armas cargadas, incluso cuando ha sido un buen día solo porque no me fío nada de la vida.
       Y me arde la piel.
                                   Y los ojos.
                                                    Y nada lo calma.
Y me desangro esperando a que alguien venga a manosearme las heridas.

Corres; pero bah.


Ni la Plaza Mayor. Ni el recoveco más bonito de Córdoba, ni Granada, ni Barcelona, ni Málaga, ni tan siquiera una cama me hicieron volar tan alto.
Y lo peor es que sin quererlo te haré recorrer medio mundo buscando una altura a la que yo nunca llegaré.
Como siempre, por temor a que me falte el suelo.
¿Nunca habéis notado cómo os rompíais, literalmente, al escuchar una canción?
Se te eriza la piel y las costillas se convierten en harina.
Y mi corazón palpita (que ojalá fuese mármol). Pero no, solo es eso... un corazón.
Joder, tampoco es tan malo notarlo de vez en cuando. Notar que tienes algo que bombea por mucha mierda que pulule en el exterior.
Aunque tu estado de ánimo sea lamentable. Aunque no comas. Ni duermas. Ni escuches música (que-es-lo-mis-mo-que-no-vi-vir).
Es tu corazón. Y sin quererlo, te está obligando a seguir.
Te sumerges en una piscina llena de reproches y pretendes no hacerte daño cada vez que te miras al espejo.
Te pierdes en un autobús queriendo dejar atrás lo que sabes de sobra que siempre tendrás en la cabeza.
Te pones las zapatillas, la bufanda, sales a la calle y convives con tus voces.
Y es que a ver, ¿quién no tiene a alguien en mente?
¿Quién no se ha pasado noches enteras pensado en miradas frías que buscan algo de calor?
¿En miradas calientes que desean a alguien que las congele? ¿En el tiempo?
En definitiva, ¿en miradas cansadas de buscar mientras se cierran en sí mismas?

Y mientras tú corres la cortina que hace algunas noches te vio correrte a ti,
yo contemplo cómo esta ciudad maldita se despierta creando una parte inolvidable de mí.


Y, bueno, ahora estoy en el autobús. Y me toca elegir si matar los recuerdos.


O ASFIXIARME CON ELLOS.

jueves, 14 de enero de 2016

Aunque tú no lo sepas

  



Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminado
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado 
en la cama, sin prisas, muchas tardes
esta cama de amor que conoces,
la misma que se queda 
fría cuando te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

-Luis García Montero-