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martes, 29 de diciembre de 2015





Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besábamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

-Julio Cortázar-

sábado, 21 de noviembre de 2015

Desde el lugar donde siempre es diciembre





Tenía la intención de escribir algo que no sonara a tener las uñas cargadas de miedo. Algo que no fuese un "me tengo que ir" o lo típico que se suelta cuando piensas en la posibilidad de perder a alguien.
Y aquí estoy, mirando por la ventana de mi habitación, amando el frío y escuchando canciones de hace dos años. Para que todo brote de nuevo.
Nunca hablo de nadie en concreto. O sí. Vete a saber.
                                                        Solo sé que es invencible.

Todo el mundo obsesionado con encontrar a la persona perfecta y ¡mírate lo roto que estás! Yo no sabía querer. Al menos, no tanto. Y mucho menos quererme.
Pero sí sé arañarme por dentro. Sí sé escucharme gritar.
                                               Y, por supuesto, sí sé desgarrarme las tripas.

Quiero hablar de lo que soy desde que Salamanca dejó de ser un surco en el mapa y empezó a serlo aquí dentro. Caminar por Gran Vía sintiéndome grande. Lo sé ¡Una barbaridad!
¡Qué felicidad tan triste la de conseguir todo lo que quieres y al mismo tiempo perderlo!
Y sí. Sé que lo último que debía hacer era desaparecer y, sin embargo, fue lo primero que hice.
Y tengo miedo. Mucho miedo. Miedo de pensar en que, quizás, algún día por un motivo u otro no volveré.
Siempre he dicho que sola y llorando se escribe mejor. Y triste, ni os cuento.
Y tú, que no cabes en esta ciudad tan desolada y fría,
ni en esta foto en blanco y negro ni mucho menos en mi colchón.
Pero nadie habla de eso. Nadie.
Y quien lo hace es porque ya no está hecho añicos y puede gritar 'voy a salvarme' sin temblar.


¿Y mis días? Mis días están llenos de melancolía y paz.
Porque sé que todas esas calles  no me van a ver de la mano ni desvestida y que, desde luego, jamás serán recordadas como 'las noches que no lloré'. Y porque subí una montaña contigo y ahora no me atrevo a bajarla sin ti. Pero, tranquilo, el dolor y yo somos buenos amigos. Y la rabia, el miedo, el 'no puedo' y las ganas de correr.

Dime, Cristina ¿No te cansas de ser valiente?

Me fascina escribir sobre todo aquello que puedo perder porque es una forma de darme cuenta de que aun lo tengo y que debo agarrarlo como si otra mano me lo estuviese quitando por el otro lado.
El problema es que en mi cuaderno de palabras malditas no encuentro el tono de tu piel.

No sé si me comprendéis.

Pero tampoco me importa.

Soy feliz con lo que tengo.

                               Pero lo soy aún más
                                                           sabiendo
                                                                        que aún lo vivo.

miércoles, 22 de abril de 2015




¿Quién está dentro de ti?
¿Que me devuelves, cristal?
Devuélveme lo que fui.
Lo que ayer tu cristal vio
-¿qué me devuelves, cristal? 
en tu cristal se perdió-
¿Quién está dentro de ti,
muerta, cristal, sino yo?


-Rafael Alberti-