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miércoles, 9 de julio de 2014

A estribor, corazón

Me arranqué
y no por bulería,
sino el corazón,
anclado siempre
a la orilla de tu miedos.

Arrié todas las velas,
velocidad crucero.
Hemos adelantado a la luz por la derecha, mi capitán.
Tócame, que nos hundimos.

¿Hemos rozado ya el horizonte?
¿Estamos besando ya las estrellas?

Y me volví a mirarte a los ojos
(benditos agujeros negros)
pero te habías quedado atrás.

Te pilló por sorpresa
mis ansías de emprender nuevos rumbos
y aún levantabas la ceja.

Pero esta
no es
la historia
de un
abandono.

Y volví a por ti,
regresé y te agarré tan fuerte
que tengo tatuadas tus huellas dactilares.
Aunque lo que verdaderamente me dejó huella
fueron todos los pasos que nunca diste.

Y alzaste tus alas al vuelo.
Fuiste océano
y bebí de tus instantes.
Me ahogué en el rocío de tu piel
y te llamé lluvia.
Eras mar, olas, naufragio.

Pero yo siempre quise las estrellas,
a mí me gustaba bailar en tu constelación.

Siempre anhelé llegar a buen puerto
y a ti salir de la cama te parecía
demasiado lejos.

Y entre tanto viaje,
se me rompieron mis tiras
contra tus aflojas.

Me cansé de verte olvidarnos
y hacerme la aún más loca.

Esta no es la historia de un abandono.

Esta es la historia
de un
"me
tengo
que
(hu)ir"