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jueves, 9 de enero de 2014

¿Siguiente destino?

Soy más de no necesitar los hombros de nadie para apoyarme y ver la vida desde allí. Desde los míos se ve todo mucho mejor.
Soy más de no terminarme nunca el café por las mañanas aunque me encante.
También soy más de saltar en la cama cuando ya está hecha. De bajar diez minutos antes de la comida para comer algo y luego no tener hambre.
También adoro abrir la ventana los días más fríos.
Soy de meterme en la cama y sacar los pies para congelarme.
De andar bajo la lluvia y llorar con ella. De no terminar libros. De no dar abrazos por miedo a reconocer que yo también los necesito.
Me gusta subir la persiana los domingos. Odio el té. Y adoro las uñas negras.
Los mordiscos, arañazos, pellizcos en el cuello.
Nadie está fuera o dentro de mi vida. Por desgracia, mi vida no tiene una puerta que decide quién entra y quién no.
Describir mi vida es como describir mi paso por una carretera al conducir. A través de la ventanilla ves como el mundo corre, vuela, camina pero nunca se para. Es como esa silla en la que te sientas por miedo a que te la quiten.
Mi vida es como ese trayecto al pasar por un túnel: algo fugaz y efímero con personas pasajeras que deciden o no serlo.
Suelo huir cuando veo que alguien decide quedarse de verdad.
Es como un arma para defenderme. Me voy por miedo a que se queden, me acostumbre  a ellos y decidan irse.
O les haga daño. O les impida conocer mejores carreteras que la mía.
Soy como saltar un charco y mojarte hasta las pestañas.
Como salir a la calle con el pelo liso y que empiece a llover.
Desastre es esa palabra que me sienta tan bien.
De vez en cuando un poco de orden pero nunca estabilidad.
Pero vamos, eso de que los caminos son fijos es mentira.
A veces desaparecen y se van lejos. No os asustéis si decidís quedaros y no tenéis asiento.

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